Como parte del proceso de “uberización” que lo invade todo, hay varios puntos que deben tomarse en cuenta para saber cómo atajar las partes negativas de este proceso imparable.
Uno de los ámbitos más importantes para las aplicaciones y páginas web que están imponiéndose entre millones de personas en todo el mundo es el de los términos de uso.
Toda web y aplicación tiene unas condiciones de utilización que tiene que aceptar para poder acceder o hacer uso del servicio o beneficios que ofrece. Por lo general, se trata de contratos entre los prestadores del servicio o dueños de la página y los usuarios que se benefician de una u otra forma de su propuesta de valor.
Hasta aquí todo bien.
El problema comienza desde que estos términos de uso están redactados de tal manera que son ininteligibles para la mayoría de la población, que no entiende los términos legales que explican lo que están contratando, porque, al fin y al cabo, se trata de un contrato legal.
La tiranía de los términos de uso
Por si esto fuera poco, dentro de los términos de uso se puede establecer que el usuario acepta cualquier cambio futuro que pueda darse para seguir accediendo a la web o disfrutando del servicio.
Es como si uno se compra una casa y en el contrato acepta que el precio puede cambiar y tener que pagar más en el futuro, si el inmueble se revaloriza o incluso si pierde valor.
Algo parecido pasó con los bancos. Se le conoció como “claúsula suelo” y fue un escándalo por considerarla abusiva y poco transparente. A tal extremo llegó el caso que el TJUE tuvo que fallar en contra de los bancos, que están siendo obligados a devolver el dinero cobrado de más y han sufrido un daño reputacional del que aún no se recuperan.
Sin embargo, hay pocos que se han mostrado críticos con los términos de uso de webs y aplicaciones, cuando algunos de estos actúan como “leyes” del mundo de internet.
Esta legislación paralela, transnacional y, muchas veces, poco transparente avanza sin que prácticamente nadie, ni medios, ni asociaciones de consumidores, ni autoridades de ningún nivel estén cuestionándolos.
Asimismo, hay pocos intelectuales o activistas que estén echando algo de luz sobre temas relacionados con estos ámbitos y menos en español.
Una de las pocas estudiosas de este tema es Manuela Battaglini, quien se ha dado a la tarea casi forense de escudriñas las políticas de privacidad de webs, apps e incluso de partidos políticos.
Sus análisis resultan demoledores y preocupantes, aunque falta mucho para que se conviertan en un tema de discusión que impacte a un público masivo.
Implicaciones de los términos de uso
Resulta complejo y extenso tratar de hablar todo lo que implican los términos de uso, pero pongamos como ejemplo una empresa que ofrece el servicio de envío y recepción de dinero con cobertura mundial.
Hace unos meses esta empresa mandó un mensaje avisando de un cambio en los términos de uso referidos a las tarifas en el que indicaba que iba a subir más de un 50% el coste de sus servicios. A esto hay que añadirle que dicha empresa establece el tipo de cambio de monedas según sus propios criterios, que, en principio, se ajustan al mercado.
Es verdad que el tipo de cambio puede conocerse al momento y saber exactamente lo que el usuario va a recibir y que será en última instancia éste quien decida si terminar la operación con este u otro servicio.
El problema radicaría en que el dinero ya está depositado en una cuenta y sólo se puede retirar de la manera en que lo establece dicho servicio.
Está claro que, lo que parecería un cambio irrelevante, en el momento de sumar pequeñas cantidades en millones de operaciones da como resultado millones de euros que acaban en las arcas de este tipo de empresas.
Alternativas a los términos de uso
En la competencia de suma cero que se establece en el mundo online y offline, el problema radica cuando no se comparten las reglas del juego y en donde no existe una competencia real, con lo que el mercado desaparece y se imponen los monopolios y oligopolios.
La entrada de pequeños actores que crezcan exponencialmente se antoja difícil una vez que ha pasado la época de los grandes lanzamientos de tecnologías disruptivas que cambiaron nuestra vida.
Desde hace unos años, los cambios no son tan notorios, son cosméticos o incluso se busca que pasen desapercibidos para no generar críticas y contestación social, política y económica.
En esta última estrategia están los términos de uso, que generan cambios en las reglas del juego y poco a poco en los mercados para erigirse en fuerzas dominantes de difícil control y competencia.
Lo que toca es una ardua etapa de evangelización, educación y didáctica sobre las implicaciones de los términos de uso para que se les pueda poner un coto y regular de manera que no se entorpezca el desarrollo legítimo de las empresas innovadoras, que se nivele el terreno con las compañías analógicas y se genere una competencia real que beneficie al consumidor, a los usuarios y a los trabajadores que utilizan distintas webs y aplicaciones para todo uso de fines.