Por Avelina Frías
La crisis es más que una crisis global económica, es también ideológica, política, ambiental, alimentaria, energética, y humanitaria.
Ante este panorama no sólo se amplían nuestros miedos como ya lo hemos hablado antes, sino que también perdemos la confianza en las instituciones (el gobierno, las corporaciones bancarias, los medios de comunicación e incluso las organizaciones humanitarias como la ONU) que en teoría están para ayudarnos a conducir los males del mundo como las crisis, las catástrofes naturales y el terrorismo.
Ante esta falta de credibilidad en las instituciones, originada por la incapacidad de dar respuesta a un mundo diferente, la corrupción y las ansias de poder de sus dirigentes, está surgiendo un ciudadano que tiene que tomar la responsabilidad de su supervivencia y la de los suyos, principalmente en casos de emergencia. Esta incapacidad de sentirse protegido también es parte de lo que hemos hablado ya, generadora de ansiedad, la cuál combatimos con desmesurada fuerza a causa de la impotencia, pero aún temerosos de nuestra propia realidad!
Las instituciones caen, y se corre el riesgo de que cualquiera que ofrezca soluciones se convierta el líder. Sin embargo, esos líderes deberán ser de este nuevo milenio, o por lo menos con la capacidad de comprender que vivimos en un proceso de cambio social.